viernes, 11 de septiembre de 2009

ALTA PELIGROSIDAD

EL BARRIO ESTÁ DE FIESTA POR TERCERA VEZ

La salsa está hecha para mover los pies. Y el alma. Su mágica coincidencia de culturas ha generado un fenómeno de estructuras melódicas complejas y ritmos de matemática delirante, digno de ser estudiado por expertos y eruditos de la música. Sin embargo, su origen y destino siempre ha estado ligado a la historia del más humilde, del que más la sufre. Y su escenario principal siempre ha sido el menos académico de todos, la calle. La salsa es la alegría y la tristeza del barrio. Su suerte y su mala suerte. Su destino signado de calamidad y su eterno y estoico humor. La salsa es el corazón del barrio. Su bobo. Y de eso el mejor ejemplo es la salsa dura.

Por tercera vez consecutiva Sabor y Control arremete con una placa dedicada a explorar y cultivar este género. Al igual que los dos discos anteriores, el Alta Peligrosidad se compone de 8 canciones que comparten, como hilo conductor, la calle y sus personajes: ladrones, policías, maleantes, amores traicioneros, brujos de callejón y demás fauna urbano-marginal. Un disco para bailar sin dejar de pensar o sentir, no un disco para entretenerse o distraerse simplemente. Como los mejores discos de salsa dura, el Alta Peligrosidad es capaz de hacer entrar en trance a quién lo escucha.

Sabor y Control existe hace mas de 9 años. A través de su historia ha sufrido varios cambios entre sus filas pero sin abandonar su estructura escencial: Bruno Macher, voz principal, compositor de casi todos lo temas y director musical, Constantino Alvarez en los timbales y los coros, Julio Galarza en los bongos y los coros, y Chebo Ballumbrosio en las congas y los coros. Hoy la formación actual cuenta además con una segunda voz, a cargo de Ahmed Alcantara. A cargo del endiablado piano está Pedro Flores. Gonzalo Carrillo en el bajo, cuya participación y aporte merece mención especial (ni en el Guapo Soy Yo ni en Cuchillo En Los Ojos el bajo llega a sonar con la calidez y espiritualidad que le imprime Carrillo al instrumento). Los vientos han aumentado su número considerablemente y hoy arremeten en fila de 4: Macher en el saxo tenor, Ivan Vilcachagua en el saxo alto y Orlando Carbonero y Jeymy Campos en los trombones.

 

Con este tercer disco Sabor y Control demuestra una mayor madurez y solidez musical como orquesta y una destreza adquirida a nivel individual admirable. Las canciones ofrecen arreglos sorprendentes, líneas de vientos exquisitas, descargas brutales y ensambles vocales de la más alta factura. Una verdadera joya de la salsa dura que coloca a Sabor y Control como la orquesta representante por excelencia de esta música en nuestro país y muy probablemente en toda América latina. Recordemos que por un desatino de la moda este género ha sido olvidado por casi todos los músicos jóvenes que hacen salsa "moderna". Nuevas versiones del género, de las que preferimos no hablar, han suplantado su lugar en la mayoría de radios y medios masivos. Los músicos se han alejado de la calle y sus historias y sueñan embelezados con ser estrellas y progresar. Pero al barrio no llega (y tal vez nunca llegue) el progreso. El barrio sigue tan pobre como antes. O más. Ahora su eterna frugalidad contrasta más. Es más evidente. También su alegría y su fiesta. Manifestaciones incomprensibles para quien no entiende el sentido de celebrar la vida pese a que ésta es dura y malagradecida. En la calle la felicidad tiene otra cara. Aunque se la hayan querido cambiar a punta de televisión. Y justamente es esa cara la que ya no vemos más. Quizá por eso, hoy más que nunca, esta música se hace no sólo necesaria, sino vital. Quizá por eso este tercer disco de Sabor y Control debe ser considerado como un regalo. Un obsequio para los pies y el alma de todos aquellos que extrañábamos la voz del barrio.

Por: Boiner Fitzyerald

No hay comentarios:

Publicar un comentario